jueves, 31 de julio de 2008

Libertad de expresión vs. libertad de decir lo que se quiera

Image Hosted by ImageShack.us


Dos veces han condenado a Federico Jiménez Losantos. Estas condenas vuelven a traernos la lucha, el enfrentamiento, la colisión de derechos. ¿Puede cualquier periodista, locutor, personal que trabaja en medios de comunicación decir lo que le venga en gana? No hablamos de dar informaciones falsas, tratamos el asunto de poder opinar sobre cualquier tema sin tener que prestar cuentas a nadie.

A mi juicio, la libertad de expresión, como cualquier otra libertad, está limitada. Creo que a nadie se le escapa que dentro de un opinión política no caben ciertas palabras. La línea por donde uno se mueve es difusa y es difícil saber cuando determinadas frases entran dentro de la libertad de expresión y cuando atentan contra la verdad y el derecho al honor y a la imagen de las personas. Por eso creo que para criticar la pésima labor de Zarzalejos al frente del ABC, no hacía falta decir determinados insultos que hacen perder la razón a quien la tiene, aunque a la vez esa es la "gracia" del programa de La Mañana. Igual que considero que para criticar a Eduardo Madina no es necesario decirle si necesita que la ETA le vuelva a pegar un tiro para darse cuenta que no se puede negociar con ellos. Todos sabemos lo que entra dentro del sentido común.

Yo no tengo nada en contra de Jiménez Losantos, me parece incluso una figura necesaria dentro del panorama político-comunicativo español. Pero bueno, si para mantener a su audiencia necesita utilizar ese lenguaje agresivo e insultante que emplea en ocasiones, lo normal es que pague un plus en condenas. Y él ya se lo cobrará a sus anunciantes.

martes, 22 de julio de 2008

El ejercicio de la justicia

Image Hosted by ImageShack.us


La sentencia favorable al juez Javier Gómez de Liaño, por el caso Sogecable, es una mala noticia para el sistema judicial español. Que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo le de la razón, significa que no tuvo un juicio imparcial, que se vulneraron por nuestros tribunales los principios más elementales en la aplicación de la justicia. Lo dicho, una mala noticia para España.

Y este ejemplo no sirve para poner de relieve, una vez más, que vivimos bajo una democracia formal, y no una democracia real. Hace tiempo que los tribunales vienen dictando sentencias conforme a amiguismos, intereses políticos del momento y demás arbitrios subjetivos del derecho. Y eso no se puede permitir.

Porque no podemos olvidarnos que, en este caso, nuestro Tribunal Constitucional le negó el amparo a Gómez de Liaño. Y como ésta muchas otras. El poder judicial, que está doblegado al poder político, hincó la rodilla ante los poderosos. Como ha hecho también con los Albertos. Y así nos va, cuando se tratan temas políticos que deben de ser juzgados por los tribunales, ¡ay de aquel juez que intente ser objetivo y honrado! Viene sucediendo así desde que el Psoe de Felipe decidió que era hora de meter mano a los tribunales que les podía juzgar e impedir que el garito que se iban a montar fuese ilegal. Como sucedió con tantas reformas legislativas con sentencias tan polémicas y tan del gusto del político-gobernador-legislador.

Pero ante tanta bastarda manta de corruptos, menos mal que todavía existe una instncia superior, que a día de hoy, no han conseguido meterle mano. Aunque seguro que lo intentan. Todo llegará.